GÓNGORA, AMANUENSE DE SU TÍO

En el Archivo General de Simancas hay tres legajos de tantos que guardan tres documentos de tantos. Son tres cartas petitorias entre el sinfín que abarrota los anaqueles y ocupó las horas a próceres y secretarios. Tres de tantas. Monarquía providente, venero de mercedes encaminadas a colmar expectativas sin cuento, todas únicas y todas parecidas. Eadem sed aliter.

Y sin embargo, se trata de tres cartas excepcionales. Por quien las envía: el ilustre señor Francisco de Góngora, tío materno del futuro autor de las Soledades. En su condición de capellán mayor de la Capilla Real de Córdoba, sita en la Iglesia Catedral, escribe acerca de provisiones eclesiásticas al secretario real Antonio de Eraso. La primera carta (AGS, GYM, leg. 130, n.º 24) es del 13 de septiembre de 1581. Eraso se halla en Lisboa, con el monarca.

Alguno de tales negocios atañe de modo directo al remitente. Francisco de Góngora afirma tener «un sobrino en Salamanca graduado y benemérito». Quiere favorecerlo. Ya le ha traspasado «una prestamera de Santaella, que es de las mejores piezas que hay en este obispado». Y ahora pide a la Corona, por medio del secretario Eraso, que ese sobrino ─don Luis de Góngora─ le suceda en la Capilla Real cordobesa. La carta es autógrafa. Con su caligrafía resolutiva y su marcado deje andaluz, don Francisco, bienquisto en palacio, ejerce el avunculado con don Luis, que para esas fechas está todavía en Salamanca, completando sus estudios. Lleva un lustro leyendo Cánones; es su último curso.

21 de enero de 1584. Desde Córdoba, Francisco de Góngora se dirige de nuevo por vía epistolar al secretario Antonio de Eraso (AGS, GYM, leg. 159, n.º 148). En los más de dos años transcurridos desde la carta anterior ha habido otras, que no han obtenido respuesta, y varios memoriales, igualmente desatendidos. El estado en que se encuentra la Capilla Real de Córdoba es calamitoso; don Francisco ruega a Eraso que interceda ante Mateo Vázquez para que se vean los memoriales que ha presentado y se ponga remedio. Esta vez no hace mención explícita al interés familiar subyacente; sí apela a «mi antigua amistad y deudo», e insta al destinatario «se acuerde de la [amistad] que con los mayores de V. M. tuvimos en esta casa».

Todo en vano. Habrá que seguir insistiendo. Diez meses después, en noviembre, Antonio de Eraso recibe en Madrid una carta más, que el impenitente Francisco de Góngora le ha remitido desde Córdoba el día 10 (AGS, GYM, leg. 167, n.º 209). El tío protector porfía en su pretensión de promocionar al sobrino benemérito. Abiertamente, conforme al uso: «Me atreveré a suplicar a su Majestad se sirva de dar calidad a don Luis de Góngora, mi sobrino, haciéndole merced de esta mi capellanía mayor, a la cual él anexará un préstamo que tiene de Guadalmazán». Don Luis de Góngora tiene veintitrés años cumplidos; aún no ha alcanzado la mayoría de edad. Ya dio por concluida su etapa salmantina y ha vuelto a Córdoba. Posee, en efecto, una prestamera en Guadalmazán, al igual que la de Santaella cedida por su tío.

Estas tres cartas ratifican lo que ya sabíamos: que Francisco de Góngora fue el motor de su casa y el principal valedor del poeta, en solidaridad con los designios paternos. Pero también nos proporcionan noticias que desconocíamos. La capellanía real de Córdoba es la prebenda más valiosa de que goza don Francisco. Constituye una dignidad superior a la ración que también disfruta en la Catedral. Entraba en lo previsible que se la quisiera dejar en herencia a su sobrino clérigo, al igual que la ración. Pero no teníamos documentada esa iniciativa. Aspiración que hubo de chocar contra el muro del silencio administrativo y que resultó en última instancia frustrada. El 13 de noviembre, apenas tres días después de la carta, se emite la bula pontificia por la cual la ración que pertenece a Francisco de Góngora pasa a su sobrino don Luis, lo cual indica que el trámite llevaba tiempo en curso. El 8 de febrero de 1585, don Luis de Góngora es recibido solemnemente como racionero de la Catedral de Córdoba. Y ahí queda todo. A la vuelta de un año (febrero de 1586), muere el secretario Antonio de Eraso. El tío Francisco fallece en octubre siguiente. De la capellanía real cordobesa nada vuelve a saberse.

Con ser novedoso el testimonio de esta pretensión, no es sin embargo la principal sorpresa que nos reservaba la tercera carta mencionada, la del 10 de noviembre de 1584. Resulta llamativo que en esta ocasión don Francisco solamente ha escrito de su puño el encabezamiento y una posdata, además de la rúbrica. El trazo quizá no tenga la firmeza de sus manuscritos previos, pero tampoco es manifiestamente vacilante. Fuera acaso por hallarse indispuesto o por otra razón, en el cuerpo de la carta y el sobrescrito Francisco de Góngora ha recurrido a una mano ajena. Que no es otra que la de su sobrino don Luis.

Dejando a un lado las ocasionales firmas en documentos oficiales, nos hallamos ante el manuscrito autógrafo más temprano de don Luis de Góngora hasta ahora aparecido. Es anterior en cinco años al que hasta hoy ostentaba esa preeminencia, el que por la proximidad temporal más se le asemeja en la caligrafía: el descargo autógrafo de Góngora en la visita del obispo Pacheco a la Catedral de Córdoba (1589). Es seguramente también el menos personal en la invención: nunca sabremos en qué medida está escrito al dictado o si el poeta participó ─como es de suponer─ en la redacción de una epístola cuyo contenido al cabo le tocaba de lleno. Es, además, el único autógrafo que no viene avalado por su firma (aunque a don Luis casi se le escape su firma cuando tiene que escribir su nombre, con la preposición unida al apellido y esas ges panzudas: «Me atrebere A suplicar Asumagt se sirba de dar calidad a don luis degóngora Misobrino…»). Solo la familiaridad con el usus scribendi del autor permite desenmascararlo. A quien dude de su autenticidad, lo invitamos a comparar la reproducción que aquí ofrecemos, cortesía de la Subdirección General de los Archivos Estatales del Ministerio de Cultura, con el facsímil de la andanada de puño y letra de Góngora contra el inquisidor Alonso Jiménez de Reinoso en 1597 que se conserva en el Archivo Histórico Nacional y que es el autógrafo más accesible (Góngora y el señor inquisidor. Un autógrafo inédito de don Luis…, Madrid, Acción Cultural Española, 2012).

No todos los días salen a la luz unas páginas manuscritas por Góngora. Cuando eso sucede, como en este caso, el chispazo de realidad que recibimos nos recuerda que seguimos sin haber visto un solo autógrafo poético suyo. Lo que nos pone en nuestro sitio. Pero no todo son consideraciones melancólicas. Estos pequeños acontecimientos insospechados llevan aparejada a la vez una carga de optimismo. Quién sabe lo que puede depararnos el legajo de mañana. Seguir avanzando en el conocimiento fundado del poeta no es una quimera.

Agradecemos a Carlos Infantes Buil, Jefe del Departamento de Referencias del Archivo General de Simancas, su amable asesoría y su diligencia en tramitar el permiso de reproducción digital del documento. Gracias a la gentileza de Joaquín Roses Lozano, director de la Cátedra Luis de Góngora de la Universidad de Córdoba, nos complacemos en dar a conocer la primicia del autógrafo silente del joven don Luis entre los amigos y seguidores de la Cátedra Góngora, diseminados por medio mundo. El estudio pormenorizado se publicará en una revista especializada.

Amelia de Paz

Bogajo, julio de 2025

[Para remitir a esta publicación: https://www.uco.es/catedragongora/?page_id=3111]

España. Ministerio de Cultura. Archivo General de Simancas, GYM, leg. 167, n.º 209

[Transcripción semipaleográfica: se desarrollan con cursivas las abreviaturas (excepto «v. md.») y se prescinde de las ocasionales mayúsculas características de Góngora (en la a, eme y erre iniciales), salvo cuando coinciden con el uso actual; se deshacen las aglutinaciones más flagrantes. Se respeta la división en renglones del original. Se acentúa, pero no se puntúa el texto]:

[1r.º] Muy Illustre señor

Los días pasados respondí a una de v. md. auisándole de la merced que con ella

reçibí en saber de la salud de v. md. aunque después acá el señor don

francisco de hinestrosa me dio más raçón y más cuidado diçiéndome la poca

con que dejó a v. md. Désela dios como yo deseo

En las cartas que e escripto e dado a v. md. cuenta de los memoriales que para

su magestad el señor Secretario francisco gonzález de heredia tiene allá míos açerca de

esta capilla Real de córdoua y juntamente el intento mío del qual

ahora que su Magestad buelue a poner mano en ella quiero auisar a v. md.

y asimesmo suplicalle aiude y faborezca en todo lo que en mi nombre

pidiere al sor Doctor Muñoz canónigo de esta yglestia [sic] a quien largamente

doi raçón para que en su persona se la dé a v. md. y por mí le bese las manos

de cuia diligençia fío la falta que al seruiçio de v. md. y a mi negoçio hará

mi presençia pues con ella y con la merced que de v. md. espero me atreberé a

suplicar a su magestad se sirba de dar calidad a don luis de góngora mi sobrino

haçiéndole merced desta mi capellanía maior, a la qual él annexará vn prés-

tamo que tiene de guadalmaçán de cuio valor el sor doctor Munoz dará relaçión

con que su magestad le dé silla de dignidad en este choro superior a los canónigos

e inferior a las dignidades pues en ello se califica la capilla y se le acresçe

renta y estima y a mí v. md. hará la merced que por tan su seruidor me

debe pidiéndole al sor francisco gonzález dé el memorial que el señor doctor

dará a v. md. pues ya que en los pasados a abido discuido de su

parte en que su Magestad no sepa lo que por ellos le e suplicado ahora

[1v.º] que v. md. está de la mía es raçón que el señor secretario tenga más

acuerdo de mis [sic] papel y con esto nuestro sor la muy Illustre persona y casa de v.md.

en salud y estado acresçiente como los seruidores de v. md. deseamos

De córdoua y de nobiembre 10 de 1584 años

muy Illustre Señor

Besa las manos de v. m. su servidor

Francisco de góngora


[Sobrescrito]:

Al Muy Illustre señor Antonio

de Erazo secrettario de su magestad

ettera mi señor

Madrid