Jueves, 17 Octubre 2024 09:23

Mejora genética vegetal: diez mil años aumentando la producción y la calidad de los alimentos

Escrito por UCC+i
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Un año más, el 16 de octubre se ha conmemorado el Día Mundial de la Alimentación. El lema de este año, “derecho a los alimentos para una vida y un futuro mejor”, encierra varias ideas clave relacionadas con la alimentación: los derechos humanos y el desarrollo sostenible.

El derecho a la alimentación está reconocido en la Declaración Universal de Derechos Humanos de 1948 como parte del derecho a un nivel de vida adecuado, y está respaldado por tratados regionales y constituciones nacionales. Promover prácticas agrícolas responsables y sostenibles es esencial para garantizar que las futuras generaciones tengan acceso a los alimentos. Estos dos elementos, a su vez, se vinculan a la idea de seguridad alimentaria, el acceso a alimentos suficientes, nutritivos y de calidad.

Lejos del pensamiento político, económico y cultural que domina el enconado debate público estos días, el lema de los ingenieros agrónomos, sine agricultura nihil, resuena como verdad fundamental: sin agricultura no habrá alimentos, y sin alimentos no hay futuro. No existe una solución simple para abordar el problema de cómo alimentar a más de 9 mil millones de personas en 2050, especialmente en condiciones complejas del escenario internacional de distribución, la deforestación global y el cambio climático.

Un panorama nada halagüeño
Las tensiones geopolíticas entre EE. UU. y China, sumadas a la vuelta del proteccionismo aduanero, desestabilizan las cadenas globales de suministro, lo que anticipa escenarios con menos alimentos y un encarecimiento de los precios agrarios.

Mientras tanto, el suelo apto para la agricultura se reduce cada vez más, obligando a los sistemas de producción a adaptarse al crecimiento de la población mundial. En algunas regiones del planeta, la sequía se intensifica, mientras que en otras, los suelos se encuentran bajo procesos de salinización.

A su vez, el aumento de las temperaturas no solo compromete la producción, sino que también facilita la aparición de nuevas plagas y enfermedades.

Por todo ello, es necesario un proceso continuo de desarrollo de cultivos adaptados a nuevos medios de producción y condiciones ambientales cambiantes como la sequía, las altas temperaturas y las enfermedades, y el desarrollo de variedades que permita la expansión del cultivo a nuevas regiones.

Evolución de la mejora vegetal
Pero en la historia de la humanidad, cada vez que se recurre a catástrofes malthusianas, surge siempre la mejora vegetal, con su capacidad innovadora y nuevos medios tecnológicos, para generar más y mejores alimentos.

Aunque 10 000 años nos separan, nada impide reconocer que los primeros agricultores fueron ya mejoradores. Una vez domesticada, la especie vegetal queda despojada de las características esenciales para su supervivencia en vida libre. Porque a lo largo de milenios nuestra especie practicó la selección automática, las plantas que hoy cultivamos son, desde su origen, producto exclusivo de la selección artificial.

Y así, todos los productos que hoy encontramos en los estantes del supermercado se han modificado a lo largo de los siglos por agricultores (y mejoradores) con propósito de adaptarlos a nuestros gustos y modos de vida.

La mejora vegetal se ha definido como “el arte y la ciencia” del control de la herencia para mejorar la composición genética de las especies vegetales en beneficio del ser humano. La mejora que hoy conocemos surge a partir del siglo XIX y siempre ha contado con las ramas clásicas de la genética, la selección y el cruzamiento para tomar la decisión fundamental que afecta al origen de la cadena alimentaria: ¿qué semilla sembramos?

Una tecnología invisible
La implementación de nuevas prácticas agrícolas combinada con la explotación del potencial genético de las especies han sido las responsables del incremento formidable en el rendimiento de los cultivos que sirven de alimento a la población mundial.

Sin embargo, a pesar de su relevancia, la mejora vegetal aparece todavía como un sector desconocido entre ciudadanos e instituciones. En muchos casos, se ignora incluso el origen de los productos agrícolas que consumimos y no hay conciencia de las inversiones ni del impacto de las investigaciones que lleva a cabo este sector.

Todo ello contribuye a que la mejora vegetal sea prácticamente una tecnología invisible, de la que se desconoce no sólo la magnitud de su contribución, sino también su misma existencia. El desconocimiento social alcanza incluso al talento profesionalizado.

Los componentes científicos de cualquier programa moderno de mejora, aquellos que se agrupan dando como resultado la semilla que sembramos, son dinámicos y se expanden rápidamente. Disciplinas como la genética, la agronomía y la fisiología vegetal están estrechamente ligadas a la mejora. Sin embargo, cada vez surgen más disciplinas con impacto directo en los programas de mejora, como la biología computacional y los modelos predictivos de bioestadística.

La tecnificación de la disciplina hace que la mejora sea una actividad donde la empleabilidad está prácticamente asegurada. Aun así, estos datos no son suficientes para atraer talento, y las empresas del sector se enfrentan a grandes dificultades para encontrar especialistas y personal cualificado que puedan seguir impulsando su contribución al desarrollo del sector.

Es una contribución que ha sido cuantificada recientemente, valorando el papel que la mejora ha tenido en Europa desde principios de siglo en los incrementos de rendimientos, la disponibilidad de alimentos, la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero, la conservación de la biodiversidad y el ahorro de los recursos hídricos.

Se trata de datos avalados también por otro informe del Instituto Cerdà y la Asociación Nacional de Obtentores Vegetales (ANOVE) donde se estima que las empresas y centros públicos de investigación dedicados a la mejora han contribuido con un aumento de producción de los cultivos entre 10-16 %, además de influir en la creación de puestos de trabajo y de generar condiciones para aumentar la prosperidad económica.

Es en estos datos donde la huella invisible de la mejora se vuelve tangible, y donde su efecto se manifiesta en aquello que transforma. No habrá semilla que sembrar ni un futuro mejor si olvidamos el poder de la mejora vegetal.

*Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation, por el investigador Ramón y Cajal del Departamento de Genética-ETSIAM de la Universidad de Córdoba, José Vicente Die Ramón.

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