Primo Jurado realizó un repaso por medio centenar de las principales estatuas públicas de la ciudad de Córdoba, desde la época romana a nuestros días, destacando que es una "tradición muy enraizada con nuestra cultura occidental". Si en época romana la ciudad estuvo llena de estatuas, como se comprueba con las expuestas en el Museo Arqueológico, no ocurrió lo mismo en la Edad Media. Luego se recupera esta costumbre en los siglos XVII y XVIIII con los Triunfos de San Rafael y el Cristo de los Faroles.
El siglo XIX pasó inédito por la conflictividad de esa centuria. El primer tercio del XX nos trajo espléndidas imágenes como el Duque de Rivas (Benlliure), El Gran Capitán (Mateo Inurria), Osio y el Sagrado Corazón de Jesús (Collaut Valera). Las de Julio Romero y Manolete dan paso a la gran eclosión de los años 60, gracias al impulso del alcalde Guzmán Reina en su labor por ejemplarizar a la sociedad cordobesa a través de sus personajes ilustres y reforzar su atractivo turístico: Séneca, Averroes, Góngora, Maimónides, Ibn Hazan, fray Albino, etc.
El siglo XXI ha traído la novedad de levantar estatuas a personajes anónimos, destacando el escultor Belmonte, con sus obras sobre la mujer cordobesa, los cuidadores de los patios y los trabajadores de Sadeco, y Marco Augusto Dueñas, con la lectora del diario Córdoba. Las imágenes de Juan de Mesa y Claudio Marcelo son las principales de las últimas alzadas a cordobeses ilustres en el siglo XXI, en una Córdoba que le sigue debiendo una estatua a quien la reconquistó y dio fuero de ciudad: Fernando III.