Así relató Arthur Bassoug, en medio de un silencio atronador del Teatro Góngora, el proyecto migratorio que lo llevó tres años después a pisar suelo español. “Fuimos a Nigeria. No teníamos dinero pero si hubiera tenido que regresar a Camerún hubiera preferido morir. Entonces iniciamos nuestro camino. Yo lo llamo el camino de la muerte”, continuó el joven Bassoug tras unas oscuras gafas de sol. “Llegamos a Níger. Ese país es el peligro, la muerte. Y para cruzar Argelia tuvimos que atravesar el desierto. No hay caminos. Los tuareg te dicen que para coger el camino correcto debes tomar un puñado de arena en la mano y dejarla caer al suelo. Donde vaya la arena, allí es el camino”.
“En el desierto murieron mis dos amigos. Yo tuve suerte. Cuando murió el primero, pensamos volver a Camerún, pero seguimos. Luego cayó al suelo mi otro amigo. Si te caes al suelo en el desierto ya no puedes hacer nada. Seguí solo. Llegué a un pueblo de Argelia y yo también me caí al suelo. Me cogieron unos árabes, que me llevaron al hospital, donde estuve dos semanas. Cuando desperté, pregunté por mis amigos. ¿Qué amigos?, me respondieron”.
“En Marruecos vivíamos en el bosque. No había trabajo, ni comida. Nada. Salíamos por la noche para buscar alimentos en la basura. Muchos morían de frío y de hambre. Pero yo tenía que seguir. En Ceuta estuve 5 meses y dos semanas. Terminé en un centro de acogida de Madrid y al final una familia me acogió en su casa. Tengo mucho respeto por ellos. Son más que mis padres. Nunca pensé que llegaría a hablar aquí delante de tanta gente”, culminó su relato Bassoug en medio de un largo aplauso en la sala.
La historia de Arthur Bassoug ilustra mejor que ninguna otra intervención del congreso la cruda realidad de miles de niños y niñas que cruzan el Estrecho cada año, gran parte de ellos sin protección alguna. En España, hay 10.000 menores desaparecidos, el 70% extranjeros, según datos proporcionados por Lourdes Reyzábal, presidenta de la Fundación Raíces, que antecedió a Arthur en la mesa sobre “Infancia migrante” del IV Congreso “Córdoba, ciudad de encuentro y diálogo”, organizado por la Cátedra Unesco, la UCO y la UNIA.
Reyzábal lanzó duras críticas contra el trato que se dispensa en España a los menores extranjeros. “Aquí se ha implantado la política de extranjería frente a la de protección del menor”, lamentó. Y denunció que se vulnera de forma sistemática la presunción de minoría de edad, pese a que los chicos y chicas aportan documentación válida expedida por sus consulados. “Se les hacen pruebas de edad, a pesar de que hay diez sentencias del Tribunal Supremo que lo impide”, agregó.
La Convención de los Derechos del Niño obliga a todos los países del mundo, también a España, a no crear categorías distintas de menores en función de su origen y nacionalidad, recordó Elena Arce, jefa de Extranjería del Defensor del Pueblo Español. “Todos los niños y niñas son iguales independientemente del origen”, puntualizó. Eso significa que las autoridades están obligadas a protegerlos y a tratarlos “como haría un buen padre de familia”, explicó de forma gráfica.
Finalmente, Elena García, profesora de Derecho Penal de la Universidad de Málaga, explicó el proyecto que desarrolla en Ceuta desde hace más de un año para prevenir la delincuencia juvenil. “Este encargo fue una oportunidad para demostrar que la mejor forma de contrarrestar la delincuencia es protegiendo a los chicos”, proclamó.